sábado, 15 de diciembre de 2018

Mandarinas en la calle

Diciembre es época de alegrías, más en Venezuela desde hace unos 5 años las navidades son menos alegres pues a cada familia se le ha marchado un hijo, padre, hermanos,sobrinos...buscando un futuro mejor, este éxodo aumenta las nostalgias, más en un país donde las personas viajan largas horas para estar en su casa y elaborar junto a los otros miembros de la familia, la hallaca, nuestro plato navideño, el mismo en el que una canción que narra la historia de un hombre el cual deja una buena fiesta de fin de año, faltando 5 minutos para las 12 de la medianoche para ir a abrazar a su mamá, es escuchada en los hogares, mientras se va haciendo el descuento que dará paso al anuncio del nuevo año.
Este breve y superficial esbozo de lo que son mis connacionales lo narro porque he escuchado muchas historias poco afortunadas, en las que se cuenta de la xenofobia esgrimida hacia mis paisanos en el extranjero y quisiera decirles a estos hermanitos de otras latitudes que los venezolanos no somos entrometidos, o abusadores, igualados...sino que aquí, hacemos de un recién conocido un amigo,un "pana" y el hecho de estrechar la mano de otro, pareciese estar estableciendo un vínculo familiar, de amigos de infancia vecinos, compañeros de trabajo o estudio.
En Diciembre, en Venezuela, hay aroma de Mandarinas en la calle, es su época y es uno de los rubros más productivos, las venden a bajo precio en los negocios, inclusive los que no son del ramo, en las esquinas, las obsequian en las casas, también como regalo de navidad, las ciudades se visten de ese naranja encendido y por estar protegidas de una gruesa piel, se consumen de inmediato en el sitio que son adquiridas, ya que no requieren ser lavadas.
La historia que voy a contar es de un hecho vivido en días pasados, iba muy apresurada a un lugar y ya estaba sobre la hora, una pequeña hilera de carros paralela a mi, era algo perturbadora, pero no lo suficiente para dejar escuchar un estruendo, me voltee y vi que un hombre trasladaba en una "carrucha" cinco cajas repletas de mandarinas,las cuales habían caído y estaban desparramadas por el piso haciendo un hermoso contraste entre el gris del asfalto y el naranja de la jugosa fruta, de inmediato procedí a ayudar al hombre en la difícil tarea de recoger la gran cantidad del cítrico, igual gesto tuvieron unas tres personas y luego se sumaron más. Como era de esperar el tráfico se detuvo y quienes estaban lejos,ignoraban la causa de esa detención, razón que les llevó a tocar las cornetas de sus vehículos, lo cual causó ira entre estos "recolectores emergentes" y ahí se dejaron escuchar frases como:  "TÚ NO VES QUE AL PANA  SE LE CAYÓ SU CARGA Y HAY QUE  AYUDARLO?" , también : "BUENO,  ES QUE NO VES EL REGUERO DE MANDARINAS QUE HAY AQUÍ? ¿QUÉ QUIERES, QUE LAS PIERDA? y así otras, al ver 
casi concluida la buena acción, decidí  partir a mi compromiso, me voltee y ya se iban los otros, con orgullo de mi terruño vi, que las manos de todos iban vacías, ninguno se aprovechó o se dio por pagado el favor, tomando una o dos. 
Yo quiero que así como somos los de Venezuela, nos vean en otros países , que no se molesten por sentirlos  "confianzudos" , detrás de ese bullicioso ser, hay una persona buena, sincera, dispuesta a ayudar. Sin ánimo de ser una fanática de mi gentilicio, creo que no han sido comprendidos, esa familiaridad en el trato, puede haber sido mal interpretada. Tengan la certeza que si alguna vez se desparraman mandarinas decembrinas y un venezolano está cerca, no solo les ayudará a recogerlas,sino que peleará con quien no les comprenda, sea causa de obstáculo en su transitar y muy probablemente se las ayude a vender,ah, como detalle final, se hará su amigo y contará el hecho como uno de los más importantes: el día que habían mandarinas en la calle.

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